23 noviembre 2012

Los cien días de un plebeyo


Una bella princesa estaba buscando consorte. Nobles y ricos pretendientes llegaban de todas partes con maravillosos regalos: joyas, tierras, ejércitos, tronos... entre los candidatos se encontraba un joven plebyo que no tenía mas riquezas que el amor y la perseverancia.

Cuando le llego el momento de hablar, dijo: - princesa, te he amado toda la vida. Como soy un hom

bre pobre y no tengo tesoros para darte, te ofrezco mi sacrificio como prueba de amor. Estaré cien días sentado bajo tu ventana, sin mas alimentos que la lluvia y sin mas ropas que las que llevo puestas. Esa será mi dote.


La princesa, conmovida por semejante gesto de amor, decidió aceptar: - tendrás tu oportunidad; si pasas esa prueba, me desposaras.

Así pasaron las horas y los días. El pretendiente permaneció fuera del palacio, soportando el sol, los vientos, la nieve y las noches heladas. Sin pestañear, con la vista fija en el balcón de su amada, el valiente súbdito siguió firme en su empeño, sin desfallecer un momento.

De vez en cuando la cortina de la ventana real dejaba traslucir la esbelta figura de la princesa, que con un noble gesto y una sonrisa, aprobaba la faena. Todo iba a las mil maravillas, se hicieron apuestas y algunos optimistas comenzaron a planear festejos.

Al llegar el día noventa y nueve, los pobladores en la zona salieron a animar al próximo monarca. Todo era alegría y jolgorio, pero cuando faltaba una hora para cumplirse el plazo, ante la mirada atónita de los asistentes y la perplejidad de la princesa, el joven se levanto y, sin dar explicación alguna, se alejo lentamente del lugar donde había permanecido cien días.

Unas semanas después, mientras deambulaba por un solitario camino, un niño de la comarca lo alcanzo y le pregunto a quemarropa: - ¿que te ocurrió? Estabas a un paso de lograr la meta, ¿por qué perdiste esa oportunidad? ¿por qué te retiraste?, Con profunda consternación y lágrimas mal disimuladas, el plebeyo contesto en voz baja: - la princesa no me ahorro ni un día de sufrimiento, ni siquiera una hora, ella no merecía mi amor.
¿Cuantas veces lo hemos dado todo por amor?

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